La reciente decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en relación a la convalidación del pedido de las hermanas de un hombre que llevaba 20 años en estado vegetativo, ha generado un fuerte impacto social y en los medios. Los familiares de esta persona, pidieron que se le retiren las terapeúticas que venía recibiendo, para darle lo que se denomina una muerte digna. Frente a esto, surgen reflexiones y debates que nos debemos como sociedad y como individuos.
Hablar de la muerte aisladamente no es usual, y no debiéramos separarla de la vida entendiendo que el morir es un proceso que forma parte de la propia vida. De igual modo es mucho lo que tenemos que trabajar desde lugar de cada uno, en pos de una vida digna que nos permita claramente acercarnos a una muerte digna, a un “permitir morir”.
Los adelantos y progresos de la medicina, nos proporcionan opciones y respuestas terapéuticas a múltiples situaciones que eran impensables años atrás, pero de igual modo, nos permiten prolongar o sostener funciones vitales aisladas, que no es lo mismo que sostener la vida humana.
Cuando nos detenemos a pensar, debatir y plantear con argumentos sobre estas cuestiones, tenemos que considerar que las circunstancias y los momentos modifican las realidades de cada persona, por lo que aquello que en un momento era lo indicado y apropiado para alguien, puede luego ser desacertado o incluso constituir un ensañamiento terapéutico. Por eso, se debe transitar este camino con suma prudencia y analizar las distintas aristas de cada biografía ya que las personas no deben pasar a ser casos clínicos, sino que tienen siempre consigo su propia historia de vida que los define.
El tema de las decisiones o voluntades anticipadas se transforma en una herramienta muy valiosa para todos, tanto los equipos de salud, como las familias y los pacientes, ya que nos dan un claro panorama de lo que cada uno desea o rechaza para sí.
Finalmente creo que es oportuno plantear un debate y una deliberación seria en torno a todos estos temas bioéticos que incluyen la dignidad, la vida, la muerte, el acompañamiento y la medicina paliativa como una filosofía de cuidado que controla síntomas y disminuye el sufrimiento. Todo esto es una deuda que como sociedad tenemos con nosotros mismos y que responde al desconocimiento que hay sobre estos temas. El reclamo debe centrarse sobre nuestros derechos que tienen que ver con la asistencia humanitaria, a no sufrir innecesariamente, y al acceso a una atención adecuada a las necesidades de cada momento.
Esperemos que esta polémica no se diluya ni se olvide en el corto plazo y que no sea tapada por tantos otros temas mediáticos que nos distraen. Ojalá sigamos buscando lo que nos permite garantizar la mejor calidad de vida posible para nuestra sociedad.