El 29 de agosto se celebra en nuestro país el día del abogado en homenaje al autor de las bases del texto de la Constitución de 1853, Juan Bautista Alberdi. Este mismo día, en el año 1810, nació este jurista, diplomático, escritor, periodista y músico; considerado el pensador más importante del siglo XIX.
Testimonio de Gabriel Pérez Barbera
Debo confesar que comencé la carrera de abogacía porque no sabía qué estudiar. Tenía claro que lo mío eran las ciencias sociales pero no cuál de ellas era la que realmente me interesaba. Puedo decir que en ese momento yo era un claro referente de aquel famoso chiste "serás lo que debas ser, o serás abogado". De hecho, en paralelo, también empecé la carrera de Letras modernas. Sinceramente, decidí quedarme en abogacía por el programa y los profesores de primer año de "la Católica". Ambos hicieron que me diera cuenta de que ahí había algo interesante. Las materias que a casi nadie les gustaban, a mí me apasionaban. Durante ese año estudié Introducción a la filosofía y Antropología filosófica casi más que Derecho civil I. La formación humanista que adquirí durante toda la carrera me marcó para siempre y me guió durante mi vida profesional posterior.
Esa era una época (estoy hablando de los años 1986 a 1991) en la que, todavía, uno salía de la universidad sabiendo realmente mucho (mucho más de lo que éramos conscientes), y en la que por tanto no era necesario cursar ningún posgrado para adquirir conocimientos básicos. Hoy, sin un posgrado elemental, sin una simple diplomatura, parece que nadie puede ni redactar una denuncia.
Me dediqué al ámbito penal precisamente por la fuerte conexión que existe entre esta rama del derecho y la filosofía. Gran porción de la denominada parte general del derecho penal consiste en una muy sofisticada discusión filosófica acerca del fundamento y la legitimidad del castigo y de la prohibición penal. No sé cuán útil puede ser, desde el lado técnico, la formación humanista para llevar adelante un litigio, como jueces, fiscales o abogados particulares. Pero es indispensable y creo que ayuda mucho para ejercer esos roles de manera ética. Siempre digo que la lectura de textos de filosofía moral de primer orden nos hace mejores personas.
A mí esa formación me sirvió en todo. Me sirvió como abogado litigante durante los casi diez años que ejercí la profesión, y durante los también casi diez años que fui juez de cámara en el Poder Judicial de Córdoba. Me sirvió cuando fui director de la Policía Judicial de Córdoba y me sirve ahora que soy fiscal general federal y titular de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos. También a lo largo de mi carrera académica, desde que comencé mi doctorado en Alemania hasta que lo terminé en la UNC; durante mis investigaciones como becario posdoctoral de la Fundación Alexander von Humboldt; y por supuesto desde mi primer cargo docente hasta ahora, actualmente soy titular de cátedra, por concurso, en la Facultad de Derecho de la UNC y profesor invitado permanente en la Universidad Torcuato Di Tella, en Buenos Aires.
En cada uno de estos pasos profesionales siento que me ayudó la base de mi formación de grado. En el día del abogado, por lo tanto, creo que es justo expresar, desde aquí, mi gratitud por eso y por muchas otras cosas.