En las últimas cuatro décadas un número creciente de países emprendieron distintos procesos de integración regional. Cada uno se fue conformando con distinta intensidad pero todos plantearon el mismo objetivo: ampliar las posibilidades de comercio y acelerar su desarrollo. Los grados de integración que fijaron fueron diversos. Van desde una simple Área de Libre Comercio (aranceles reducidos), a formatos que incorporan más complejidad como una Unión Aduanera (arancel externo común), un Mercado Común (libre circulación de bienes y personas) hasta llegar a una Unión Económica (armonización de políticas económicas nacionales).
La Unión Europea (UE) representa hoy el modelo de integración con mayor avance y envergadura de todos, pues además de haber alcanzado la constitución de un verdadero mercado común (tanto de bienes como de personas), algunos de sus integrantes también avanzaron hacia una unión monetaria (Zona Euro) y establecieron una mayor coordinación fiscal (pacto Fiscal Europeo entre 25 estados miembros). El Reino Unido es uno de los nueve países de este bloque, y si bien nunca aceptó abandonar su moneda, siempre se mantuvo integrado tanto en materia de política comercial, como de inversiones y, sobre todo, en cuestiones laborales y migratorias. Según datos del FMI, en 2015 la UE generó el 22,2% del PBI mundial, siendo Reino Unido la segunda economía del bloque tras Alemania.
El BREXIT (decisión británica de abandonar la Unión Europea, por referéndum popular realizado el 23 de junio de este año) tomó por sorpresa a la comunidad internacional, tanto europea como de otras latitudes. El mismo constituye un serio tropiezo para la integración internacional, con potenciales efectos negativos en el crecimiento del comercio y de la economía mundial, en especial para Reino Unido, pero también para varios integrantes de la Unión Europea o países con interés en incrementar los vínculos con la UE.
Los impactos negativos más visibles se observaron en la fuerte depreciación de la moneda británica (libra esterlina), una leve depreciación del Euro, la suba en el valor del oro (tradicional activo de reserva internacional ante situaciones de incertidumbre global), y la mayor volatilidad en los mercados financieros.
Hasta el momento, Argentina no parecería enfrentar un problema comercial a causa del BREXIT; en particular, porque tiene una escasa relación comercial con el Reino Unido (en 2015 sólo le exportó 719 millones de dólares). No obstante, durante el mismo año, Argentina colocó el 14,5% de sus exportaciones en la Unión Europea. Por suerte, el euro ya ha recuperado su nivel pre-BREXIT, y no peligraría la demanda de Europa de productos argentinos.
No obstante, cabe señalar que nuestro país –a través del Mercosur– se encuentra en negociaciones con la UE desde hace casi 20 años para constituir un tratado de libre comercio, en el que se han producido avances en muchos de sus capítulos, no así en los comerciales. Los especialistas señalan que esto podría retrasar la consolidación de dicho acuerdo, puesto que la ausencia de Reino Unido del bloque desequilibraría las negociaciones pendientes, las cuales deberán ser replanteadas –al menos en parte–, al cambiar la composición del bloque.
En lo que respecta al Mercosur, como proceso de integración en marcha, la pausa al impulso globalizador que ha impreso el BREXIT podría retrasar o paralizar la definición de políticas que aún deben implementar los países miembros para completar una verdadera integración bajo el formato de Mercado Común. Es decir, para lograr la libre circulación de bienes y personas, además de aranceles preferenciales/cero entre miembros integrantes y un único arancel externo común.
En suma, el BREXIT representa un paso hacia atrás en el camino hasta aquí recorrido para lograr incrementar la vinculación regional y fomentar el crecimiento de las naciones en conjunto. Sin embargo, es la decisión de un pueblo soberano y quizás sea reconsiderada en los próximos años. Es importante que esta acción no opaque los beneficios de promover mayores niveles de integración, incluidos los de desarrollar una política monetaria y fiscal armonizada y coordinada, bajo un modelo organizativo democrático y federal.
Por Nicolás Torre. Docente de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la UCC. Economista en IERAL de Fundación Mediterránea.