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Reflexión del Padre Rector por la Semana Santa

Publicado el 06/04/2009 en Institucional



El mensaje nos invita a resucitar a una mayor tolerancia, a una más profunda humanidad, a una fe que anuncia a Dios manifestado en el amor humano, un amor que vence a la muerte.

Córdoba, Semana Santa, abril de 2009
 
Queridos Miembros de la Comunidad Universitaria.
 
Estamos en Semana Santa. Un tiempo fuerte para los cristianos. Por eso me ha parecido oportuno compartir con ustedes algunas reflexiones.
 
Muchas veces hemos escuchado en catequesis y en homilías, que “Jesús vino a morir por nosotros”. Esta frase, que suele ser aceptada sin discusiones entre los creyentes, presenta sus dificultades y tiene sus consecuencias a la hora de comprender el sentido de nuestra fe.
 
Me explico: si atendemos a los datos de los Evangelios leemos que Jesús vino a anunciar la cercanía del Reino de Dios. Su predicación central es “el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios se ha acercado, conviértanse y crean en la Buena Noticia” (cfr. Mc, 1, 15). Jesús nunca explica conceptualmente qué es el Reino de Dios, pero lo hace, sí, a través de comparaciones y parábolas, y particularmente con sus actitudes de vida: sana a los enfermos, toca a los leprosos y los restituye a la vida de comunidad, libera a los que están oprimidos por espíritus que los angustian y atormentan, come con pecadores y gente de mala reputación. Todo esto es signo de Dios que se acerca a todos, porque se conmueve ante el sufrimiento de cada ser humano, sea judío o pagano. Jesús manifiesta a un Dios que parte el pan con todos, atravesando fronteras culturales y cultuales. Esos gestos son los que revelan que Dios se ha acercado y que tienen lugar en su mesa incluso los que el mundo religioso tradicional consideraba alejados, impuros, malditos.
 
            La fidelidad a ese anuncio le va a acarrear a Jesús el rechazo de quienes defienden un tipo de religión centrada en el culto, en la pureza moral y en el cumplimiento de determinados preceptos religiosos. Estos, Escribas (teólogos), Fariseos (laicos comprometidos) y Saduceos (sacerdotes) van a expresarle su reprobación y luego su explícito rechazo.
            Jesús se muestra muy duro con la hipocresía religiosa y con los que juzgan a los demás desde sus propios criterios morales. Con esa gente Jesús es duro y frontal.
 
            Con ellos Jesús va a entrar en conflicto, porque este Dios que se acerca gratuitamente, antes incluso de que las personas intenten ningún tipo de arrepentimiento (si buscamos en el Evangelio veremos que los pecadores no necesitan “arrepentirse” antes de que Jesús vaya, en todo caso cambian de actitud a raíz de la presencia de Jesús -y ni siquiera eso algunas veces-), no es del agrado de los que se creen dueños de Dios y de la “verdadera religión”, de los creyentes de rancia estirpe que tienen muy claro quiénes son los buenos y quienes los malos para su Dios. El rechazo por parte de este grupo es el que le va a traer la muerte a Jesús.
 
            Es decir que la oferta de amistad gratuita que viene a traer Jesús de parte de Dios se va a encontrar con el rechazo del poder religioso y político. Por eso –porque Jesús se mantiene fiel a ese testimonio- será traicionado, juzgado y condenado injustamente.
 
            Pero esa muerte, que en el Viernes Santo reactualizamos, es consecuencia de su mensaje y su vida, de su fidelidad al Dios que se acerca y a aquellos a quienes Dios les ha ofrecido su amistad incondicional.
 
            Jesús no descafeinó su mensaje, no se calló y por lo tanto sufrió las consecuencias lógicas. Jürgen Moltman dice que Jesús  para los sabios fue un necio, para los piadosos un escándalo y un revolucionario para los gobernantes, siendo por eso, naturalmente, crucificado.”[1]
 
            Y todo esto, ¿qué tiene que ver con la celebración de esta Semana Santa? ¿Qué cambia? Muchísimo. Porque entonces quiere decir que no celebramos a un Dios sádico que entregó a su Hijo para que sufriera y satisficiera así una ofensa hecha a “su honor” por los hombres;  sino que celebramos que Dios envió a su Hijo para que nos ofreciera su amistad gratuitamente y nos manifestara que Dios es un Padre/Madre que invita a todos, que ofrece el perdón antes de que lo pidamos y sobre todo es un Dios que se compadece de los sufrientes, los pobres, los excluidos.
 
            Este es un Dios incómodo que molesta a los que tienen lugares, poderes, posiciones y prejuicios que conservar.
 
            La Pasión es la celebración de ese amor que se ofrece más allá del rechazo de los que tienen el corazón endurecido por prejuicios religiosos. Y la Resurrección es la celebración del triunfo del amor por sobre los prejuicios, la cerrazón y el rechazo. Resucitando a Jesús, Dios acredita lo que ha sido su vida y nos lo ofrece como camino y fuerza para nuestras vidas.
 
            Esta semana, entonces, será un poco más santa si nos ayuda a experimentar un poco más la cercanía amistosa de Dios que se manifestó en Jesús; si nos anima a anunciar su Reino con nuestros gestos y nuestra vida; si nos hace un poco más compasivos con los que sufren y menos prejuiciosos y duros para juzgar a los que no piensan religiosamente como nosotros, o a los que se comportan de otras formas, con otras opciones de vida y de fe. Así “resucitaremos” a una mayor tolerancia, a una más profunda humanidad, a una fe que anuncia a Dios manifestado en el amor humano, un amor que vence a la muerte.
 
Que tengan una buena Semana Santa y una muy feliz Pascua.
 
 
  P. Lic. Rafael Velasco, sj
                                                                       Rector


[1] MOLTMANN, Jûrgen; “El Experimento Esperanza”; Ed. Sígueme, Salamanca, 1977, pp. 17 - 18
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