El trajinar cotidiano nos lleva -muchas veces- a vivir sin darnos cuenta de cuánto nos perdemos por dejarnos llevar por las urgencias, que en la mayoría de los casos son ajenas, y hasta impuestas.
Viene bien darnos la oportunidad de preguntarnos cuánto de lo que hacemos es realmente necesario, o si urge tanto, o si no hay otra alternativa.
Los días de la Semana Santa son un tiempo para identificar aquellas cosas pasajeras que van ocupando nuestro tiempo y nuestros esfuerzos; y como pasa con todo lo pasajero, de eso nada queda y, usualmente, se pierde en el olvido. Pero también es tiempo de clarificar lo que nos es fundamental, imprescindible y por ello permanente.
Este es un tiempo para dedicarnos a ver qué es lo realmente importante en nuestras vidas y así volvernos a centrar.
Los cristianos, en este tiempo, una vez más contemplamos y acompañamos la entrega de Jesús que da su vida por nosotros, por eso quizá la pregunta a hacernos en este tiempo sería sobre nuestras entregas, sobre qué es lo que carga de sentido y de valor a ese tiempo que en el trajín diario se me escurre entre los dedos.
Que celebrar la Resurrección nos ayude a descubrir cuánta vida hay en nuestras cotidianidades y así sigamos construyendo, en nuestro presente, un futuro lleno de aquello que deseamos (y necesitamos) y que sea permanente en la vida de todos: justicia, solidaridad, reconciliación, amor, respeto… vida.
Por Claudio Gelmi, sj
Vicerrector de Medio Universitario
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