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El pasado 12 de septiembre, los argentinos fuimos a votar elecciones legislativas Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Los resultados fueron virulentos para el oficialismo nacional. Sus listas en 10 provincias perdieron por más de 10 puntos comparada a la última elección legislativa de 2019 y en 7 provincias, aún más profunda la derrota, por más de 15 puntos.
Pero es un error limitar la lectura del resultado en el apoyo o rechazo a un gobierno, más allá de los aciertos y errores. Hay cuestiones de fondo.
La primera es la persistencia de los problemas. Las diferentes encuestas destacan la inseguridad y la economía como principales problemas percibidos. Las encuestas de hace 10 años atrás mostraban lo mismo. A esto hay que seguir agregando datos. La Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés, de principios de este año, aporta algunos datos. Un 80% de los entrevistados estaba insatisfecho con la marcha general del país. La insatisfacción con las principales instituciones de gobierno (Congreso, Corte Suprema) y con los principales rubros de política pública (social, educativa, entre otras) están a la par del ejecutivo, con registros negativos mayores a 70%.
La mala valoración de la gestión arrastra a todo el Estado y la política hacia abajo. Mirando una tendencia un poco más a largo plazo está la encuesta de Latinobarómetro. El informe de este año revela que el apoyo a la democracia en América Latina cayó a un 49%, el nivel más bajo en 25 años. Para Argentina hay otros datos preocupantes: el 60% califica el régimen de gobierno como "una democracia con grandes problemas" (valor más alto en la región), y solo un 20% se declara "satisfecho" con la democracia, solo un 15% confía en las instituciones electorales y presenta los peores valores con respecto a la corrupción (como ejemplo, en los últimos dos años solo un 14% cree que se ha progresado en reducir la corrupción). Por el lado positivo, Argentina está entre los países de la región donde el apoyo a la democracia es el mayor entre las diferentes preguntas. Por ejemplo, a los argentinos no les da lo mismo un gobierno autoritario (sólo el 13% apoyaría) y rechazan el control de los medios de comunicación (solo el 21% apoyaría). Los argentinos quieren la democracia, pero no están enamorados de esta democracia.
El resultado de las PASO entonces, puede leerse como la expresión de una insatisfacción profunda. Que le explota a un gobierno luego de acontecimientos repudiables (los "colados en la fila" de las vacunas, una fiesta de cumpleaños en el momento de las restricciones más duras), pero que expresa mucho más. Hartazgo, angustia, enojo, incertidumbre. Con el oficialismo mayoritariamente, pero un poco con la política como un todo.
Lo que sigue en noviembre, aún con un resultado que puede ser un poco más favorable o no para el gobierno, el nuevo foco está puesto sobre la política. Se reclamarán sobre los problemas de fondo sobre los que no se avanzó en una década, que son cualquier cosa menos "sensaciones" como la inseguridad, la economía, la educación, entre tantos. La pregunta está en si los actores (oficialismo y oposición) entenderán que están obligados a presentar discusiones racionales y razonables. Un escenario en el que el reclamo no será ya la alternancia entre partidos, sino que la política sea una versión alternativa de sí misma.
Por Francisco Venturini. Politólogo. Consultor. Profesor de Análisis Político de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UCC.
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