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Por María del Carmen Gigena.
Titular de la cátedra de Pareja, familia y grupos de nuestra Licenciatura en Psicología.
En general, los padres están muy contentos de poder brindar vacaciones a su familia y tener un tiempo más distendido y relajado. Lo que suele suceder es que en esta convivencia se presenta otro tipo de organización familiar que no es la habitual, y es posible que se produzcan problemas. Entre otras cosas, éstos pueden darse porque los intereses de los chicos no coinciden con los padres, lo que se da sobre todo con hijos adolescentes que frecuentemente quieren hacer cosas distintas a las que sus padres han proyectado.
Se puede decir a nivel general que la familia se encuentra poco, y lo que vivimos en la vida cotidiana es una llegada al hogar en donde cada uno está en la suya: computadora, juegos, tareas, etc. Los encuentros se postergan y entonces hay falta de diálogo y de conocimiento de las necesidades, tanto de los adultos hacia los hijos como de los hijos hacia los padres.
También hay que tener en cuenta que, por razones laborales (jornadas intensas) hay roles o funciones que durante la vida cotidiana los padres delegan en la escuela y en las múltiples actividades que tienen hoy los chicos. Después, a la hora de compartir, hay cosas que se desconocen y hay que hacer todo una adaptación y un trabajo de encuentro que no es sencillo pero es muy saludable. Lo ideal es tratar de generar siempre esos espacios (no solo en vacaciones) para el diálogo, para conocerse y acompañarse sin invadir los ámbitos propios y autónomos que tanto los adultos como los chicos tienen.
Además, dado este nivel de vertiginosidad, de compromisos laborales y profesionales muy grandes, no es sencillo lidiar con el ocio y el descanso y cuando nos encontramos con mucho tiempo y disponibilidad, las cuestiones a solucionar quedan pendientes.
Otra cosa que perjudica a las relaciones familiares en vacaciones es que muchas veces los chicos exigen mucho a los padres tanto en lo económico como en las salidas y tipo de diversión. Ahora parecería que todo está al alcance de la mano (en algunos sectores, sobre todo). Todas esas cuestiones nos alejan de mirar las vacaciones como un momento de encuentro, descanso y relax y de generar otro tipo de intercambios.
Los psicoanalistas vinculares trabajamos mucho con la familia en la posibilidad de mirar esas otras posibilidades de encuentro.
Las nuevas modalidades familiares son cada vez más complejas y un tema que suele ser conflictivo es organizar vacaciones en los casos en que los padres están separados. Hay muchos actores que deben ponerse de acuerdo: los padres, los hijos, las nuevas parejas, hermanos de una y otra familia, y no es sencillo. Con eso, trabajamos mucho para establecer acuerdos que favorezcan la integración familiar.
Las vacaciones pueden ser un momento para fortalecer los vínculos. Es un tiempo de pausa en lo laboral pero no es un tiempo de pausa en las vincularidades y es a veces el indicado para favorecerlas y profundizarlas tanto con los hijos como en las parejas.
En vacaciones, la recomendación es intentar lograr acuerdos, respetando los deseos de todos.
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