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El jueves 23 de abril el Padre Miguel Cruzado sj. estuvo en nuestra universidad en el marco del viaje programado a Córdoba, Buenos Aires y Montevideo (Uruguay). Recorrió nuestro Campus y dialogó con Noticias UCC. Cuenta el porqué de su visita e indaga sobre temas de la actualidad de la Iglesia y de la sociedad en general. Una entrevista que invita a la reflexión.
– ¿Cuál es la misión y tarea fundamental que lleva adelante como Consejero General y Asistente Regional para América Latina Meridional?
MC – Mi labor es hacer de vínculo entre el Padre General y sus Provinciales en la zona sur de América Latina. En la Compañía de Jesús hay un solo General que gobierna la entera Compañía, sus centenares de universidades, miles de colegios, diecisiete mil jesuitas. Entonces, claro, él no puede directamente dirigir cada cosa. Mi tarea es procesarle la información y ayudarle en el gobierno en esta región. Por eso soy asistente, porque le asisto en el gobierno, y consejero porque, además, soy parte de su consejo personal para las decisiones globales de la congregación.
Soy nuevo, llevo tres meses en esto, por eso parte de la razón de mi visita es ir conociendo mejor el lugar que me toca acompañar.
– En este recorrido tiene previsto visitar Córdoba, Buenos Aires y Montevideo. ¿Cuál es el mensaje principal que busca transmitir en estas visitas?
MC – Mi tarea fundamental es enterarme en qué están las cosas para ayudar al Padre General en las decisiones que corresponden. No traigo una misión específica, de hecho al gobierno de Argentina y Uruguay lo tiene a cargo un Provincial (el Padre Alejandro Tilve), y el gobierno en cada obra tiene un Rector, un Director; pero claro, para ayudar al Padre General a resolver las cuestiones que se le puedan plantear de las autoridades de la Compañía tengo que manejar más o menos la situación y la información. Yo soy el que le ayuda a procesar la información de las decisiones que él tenga que tomar. El Padre General nuestro, desde San Ignacio, toma decisiones y gobierna la Compañía, sobre todo a través de comunicaciones, cartas; cada Provincial, cada superior de comunidad y cada director de obra importante se comunica con él y le pide orientaciones y recomendaciones, le hace consultas desde hace cinco siglos. A algunos les suena un poco arcaico pero se sigue gobernando así la Compañía, van y vienen cartas; ahora podemos mandarlas por e-mail, en adelanto, pero igual van escritas y firmadas y el General las lee y responde, son cartas personales y no informes institucionales Es un gobierno personal.
– Habiendo recorrido bastante América Latina, ¿qué observación hace de la situación socioeconómica y qué se puede hacer para cambiar lo que no están bien?
MC – Los jesuitas de América Latina están claramente preocupados por este tema. Una de nuestras primeras prioridades de trabajo es la inclusión social, el acompañamiento a las personas desfavorecidas. Estamos preocupados, especialmente, por las situaciones de violencia que se dan en algunos lugares, también por el medio ambiente y la ecología. Se acaba de crear una nueva comunidad jesuita en la frontera amazónica entre Brasil, Perú y Colombia que quiere acompañar al conjunto de la Pan Amazonia. Vemos que tenemos una responsabilidad muy grande en el tema amazónico, ecológico, medioambiental, en el cuidado de la tierra, en este año en el que el mundo debe prestar atención a estos temas, tomar decisiones, y el Papa mismo está insistiendo en esto. Y para ello se necesitan líderes responsables, bien formados, con sentido ético y responsabilidad personal. Y, efectivamente, en los distintos lugares estamos tratando de aportar formando personas en eso que es lo nuestro, acompañar en la transformación del mundo en el sentido evangélico. Hay distintos programas de formación de personas y de líderes, desde los colegios hasta las universidades; líderes en los diferentes ámbitos de la sociedad y, también, políticos donde se pueda. Pero creemos que hay que formar líderes responsables para dirigir nuestras instituciones, con sentido Ético, es algo que además le preocupa mucho al Padre General. En este momento se está gestando una iniciativa universal mundial de los Jesuitas para la formación de los líderes políticos.
– ¿Qué cree que es lo que más une a los diferentes pueblos y países de Latinoamérica y qué lo que más nos separa?, ¿qué aspectos debemos trabajar para lograr sociedades más unidas, justas y solidarias?
MC – Cuando nos reunimos jesuitas de América Latina es impresionante como rápidamente hay una especie de aire de familia. Por la historia, por la lengua, aun con la particularidad de cada nación y la diversidad cultural y geográfica, hay un aire de familia que quizás no se ve en otros lugares como África, Europa, Oriente, ¡mundos tan diversos! Se podrían generar procesos culturales transversales a toda América Latina y podríamos aprovechar mejor ese contexto para colaborar más. Lamentablemente, a pesar de ese aire de familia, hay algunos procesos de fracturas y de violencias que no siguen líneas nacionales, necesariamente, sino a veces líneas sociales y culturales, dentro de nuestras visiones. Tristemente, entre latinoamericanos de distintos sectores sociales, orígenes y procedencias sociales, con nuestras maneras de pensar podemos despreciarnos, lastimarnos, herirnos; y ahí hay una responsabilidad que asumir transnacionalmente. El problema de nuestras violencias no es siempre entre naciones, ni siquiera fundamentalmente, es entre mundos sociales y culturales.
– Conociendo ambos lugares, ¿cómo se vive la religión en Roma y cómo en nuestra región, qué diferencias y semejanzas existen?
MC – Yo a Roma soy un recién llegado, hace apenas unos meses, así que poco puedo evaluar la fe europea. Diría que en general, en este momento, en la Iglesia toda hay una especie de movimiento común que, claramente, el Papa Francisco ha liderado, del que él es parte y en el que ha sabido responder a un deseo universal, yo creo, del pueblo católico por tener una voz más relevante en los temas de la vida de las personas Hemos pasado por épocas en los que estuvimos encerrados en nosotros mismos y ahora tengo la sensación de que aquí, en Europa y en distintos sitios, hay una especie de movimiento en el mundo católico que busca transmitir con alegría los valores que dinamizan nuestra vida, el mensaje de los valores de Jesucristo, que creemos son de relevancia para el resto del mundo. Hay una especie de dinamismo católico en el mundo entero, San Pedro está siempre lleno y une ve manifestaciones de cristianos, por ejemplo, en Oriente. El Papa va a Filipinas o a Sri Lanka y convoca a muchísimos, recibe expresiones de respaldo y, después de que se va el Papa, continúa el apoyo de personas cristianas en mundos que no son cristianos.
– En relación a la matanza de cristianos católicos que se está dando en algunas partes del mundo, ¿cuál es su visión respecto a la intolerancia que lleva a esta realidad?
MC – Lamentablemente, hoy en día asistimos a una especie de repunte de la violencia con lenguaje religioso en distintos lugares del mundo, eso es tremendo. En el nombre de Dios nos estamos matando, lastimando, discriminando o segregando. Eso preocupa a la Iglesia porque los cristianos también están siendo víctimas, con nombre y apellido por ser cristianos. Allí tenemos una responsabilidad los líderes de las distintas religiones pero también los responsables políticos porque estos conflictos religiosos, como bien sabemos, están atravesados por temas socioeconómicos y políticos, de modelos de desarrollo. Hay una dimensión religiosa de estos conflictos pero están empapados de la fractura socioeconómica que atraviesa el mundo y por conflictos políticos que utilizan a veces las religiones para enfrentar a las personas y a los pueblos.
Entonces, creo que hay que hacerle frente buscando que los líderes religiosos dialoguen, reconciliar nuestras historias y maneras de vivir; pero, si no buscamos que los modos en los que está organizada la economía en el mundo en general y en el que los líderes políticos de estas zonas de conflicto asumen el liderazgo de sus pueblos, los enfrentamientos no van a terminar. Detrás de todos los conflictos religiosos hay problemas políticos y socioeconómicos que tienen que superarse. Las violencias religiosas responden a historias de violencia política o de marginación y a enfrentamientos por temas económicos y sociales.
– Más allá de la efervescencia que se vive por tener un Papa latinoamericano, sobre todo en nuestra región, se observa también una proliferación de otros credos cristianos diversos al Catolicismo. ¿Cuál es su visión respecto a esta situación, por qué se produce y cómo impacta esto a la Iglesia?
MC – En general, como juicio, para la Iglesia es positivo, es normal que la gente vaya viviendo y encontrándose en distintas maneras de acercarse a Dios. Los católicos desde siempre, aunque no siempre, fuimos coherentes con eso, hemos querido y hemos dialogado con distintas maneras de acercarse a Dios. Sin embargo es penoso, es cierto, cuando el crecimiento de otras religiones se produce porque algunas personas dejan el catolicismo por sentir que no responde a sus búsquedas espirituales y se aleja de las preguntas de su vida; ahí sí tenemos un problema.
Lo que quiero decir es que el hecho de que las personas tengan diferentes credos es normal y está bien. Tenemos que acercarnos unos a otros y dialogar. Pero sí es un lugar de preocupación cuando hay personas que dejan nuestra Iglesia porque no encuentran en ella un lugar donde vivir y crecer en su fe, en su búsqueda de Dios. Ahí sí tenemos que preocuparnos y es algo que está sucediendo en América Latina. En algunos lugares de nuestra región, precisamente, hay encuestas que dicen que jóvenes adultos de aproximadamente 30 años, en muchos sectores pobres, dejan la Iglesia. Ese es un motivo de preocupación para nosotros porque, justamente, queremos estar muy cerca de los mundos juveniles que están recreando la cultura y de los sectores menos favorecidos de la sociedad. Resulta que ahí hay muchos que están dejando la Iglesia y eso nos está invitando, y debería invitarnos más aun, a revisar nuestras maneras de responder, de estar cerca de las preguntas y de las búsquedas de los mundos humildes y populares de toda América Latina. Parece que no estamos lo suficientemente cerca ni respondiendo con toda la lucidez que ellos nos demandan y que esperan de la Iglesia.
– Entonces, ¿la idea sería llegar a esa gente cambiando la forma pero sin modificar el mensaje en sí de la Iglesia? ¿Cómo se logra eso?
MC – Tenemos que insistir en nuestro sentido misionero porque el mensaje es el mismo, el de Jesucristo. Nosotros, los jesuitas, sabemos de eso porque lo hemos hecho durante toda nuestra vida e historia, esto de llegar con el mensaje a distintos lugares, culturas y mundos. El Cristianismo no es originario de Asia o África y, sin embargo, llegó allí y está creciendo. El asunto no es cambiar el contenido que es el mismo, la clave es que el mensaje del evangelio tiene las respuestas a las preguntas, tiene maneras de ser oído en las distintas lenguas y culturas. Así como fue capaz de llegar, desarrollarse y crecer en lugares muy alejados de la Palestina original de Jesús, así también, el mismo mensaje, estamos convencidos ¡y se nos juega la vida en eso!, tiene mucho que decirle a un joven urbano de cualquier grupo social de América Latina, EE.UU. o Europa hoy. ¡Jesús está vivo! y tiene cosas que decir ahora. No es algo que se dijo hace dos mil años, que ahí quedó y ahora hay que traducir, adaptar y acomodar; es un mensaje vivo y, en tanto que es vivo, siempre tiene cosas nuevas que decir. No es adaptarlo sino escucharlo y conectarlo con lo que estamos viviendo los distintos grupos humanos del mundo.
– Otros credos no cristianos también han crecido y mucha gente se decide por ellos en lugar del cristianismo. ¿Qué opinión tiene al respecto?
MC – Es normal, son parte de las búsquedas de la humanidad. Hay propuestas religiosas y tradiciones espirituales diversas y el cristianismo siempre ha sabido dialogar y compartir con ellas. Pero también creemos que el mensaje de Jesucristo es actual y para la humanidad entera, creyente o no creyente, y para los distintos mundos culturales, sociales y lingüísticos de los creyentes tiene siempre un mensaje renovado. Ahí tenemos un problema y es que a veces, cuando repetimos el mismo lenguaje de siempre, tenemos que encontrar el modo de conectarlo con las formas culturales de hoy, y eso supone un dinamismo misionero importante en la Iglesia. Creo que eso es lo que el Papa actual, que es un misionero por formación y por espiritualidad, está haciendo. Algunos dicen que Francisco es original en algunas formas, ¡pues claro que lo es!, él dice que el mensaje es la verdad evangélica de toda la vida pero conectada con lo que están viviendo los distintos pueblos hoy. Eso es algo que la Iglesia siempre ha sabido hacer, escuchar lo que el Señor ya está hablando a las personas para conectarlo con la tradición y el magisterio de siempre, de modo que el Evangelio les impacte, los forme y no sólo los informe de la religión Católica, para que se formen en la fe cristiana que no es lo mismo.
Hoy tenemos un Papa latinoamericano. Ustedes en Argentina saben mejor que todos nosotros lo que eso significa, pero es una especie de efervescencia universal que se vive en la Iglesia y en América Latina. Es impresionante como él conecta con unos y con otros. Es como si de pronto todas las abejillas del panal nos empezamos a mover, todo está como agitado y como que hemos empezado a producir miel. Estamos pensando, queriendo plantearnos nuevas preguntas, tratando de encontrar nuevos lenguajes, cuestionando nuestra manera de creer, y yo creo que nos hacía falta. ¡Le hace falta al cristianismo siempre estar en una especie de renovación y de agitación espiritual!, porque el espíritu que no crece normalmente decrece. Creo que el Papa nos está ayudando a este crecimiento espiritual y a cuestionarnos permanentemente al tocar todos los temas, a plantearnos preguntas diversas cada día, al dirigirse a los distintos públicos. Estamos en un tiempo de movilización en la Iglesia.
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