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Desde la antigüedad el hombre buscó ser resistente a las infecciones. La variolización es quizás la primera práctica vacunal usada con éxito contra una determinada infección. Consistía en transmitir el contenido de las pústulas de enfermos de viruela a personas sanas. En 1796 Jenner utilizó la primera vacunación frente a la viruela de una forma diferente a la variolización. Pero es Pasteur quien está considerado el padre de la vacunología, descubriendo en 1880 la vacuna frente a la rabia.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) la vacuna es una de las estrategias, junto con el agua potable, que más vidas salva. De acuerdo a esta línea son consideradas como un gran avance de la medicina a partir de la cual se ha podido controlar, eliminar y hasta erradicar distintas enfermedades del mundo. Tal es así que a lo largo del tiempo se ha ido incorporando la gratuidad como medida sanitaria y hasta la obligatoriedad del calendario de vacunación como parte de una política de salud pública. En nuestro país como en tantos otros (pero no en todos), la mayoría de las vacunas son obligatorias por la Ley 22.909.
Sin embargo, existe a nivel mundial una tendencia que crece. Se trata de padres e incluso de médicos que se oponen o desconfían de esta práctica, muchos de los cuales integran los llamados movimientos anti vacunas.
Los motivos son diversos. Algunos críticos argumentan que la reducción de enfermedades infecciosas se debe a cambios en las condiciones de vida más que a la vacunación. Otros desconfían de la industria farmacéutica mientras que otros atribuyen a la vacuna reacciones adversas más perjudiciales que los beneficios que puedan traer. La mayoría opta por alternativas como la homeopatía, la antroposofía, el naturismo, entre otras.
A partir de distintos acontecimientos ocurridos en los últimos meses como la muerte de un niño no vacunado en España por difteria, la sanción de una ley de obligatoriedad en California por un brote de sarampión y la sentencia de la Corte Suprema que obliga a padres a vacunar a su hijo recién nacido en Mar del Plata, consultamos a especialistas en el tema y una mamá que comparte su visión y experiencia.
“Un 95% de personas vacunada interrumpen la circulación de virus y bacterias”
El pediatra Alejandro Lozano, especialista en alergia e inmunología y docente de nuestra Facultad de Medicina nos explica que cuando nos vacunamos se nos inocula antígenos, pequeñas porciones de los agentes infecciosos o agentes infecciosos atenuados, para que nuestro sistema defensivo "aprenda" a reconocerlos y pueda neutralizarlos antes de que estos produzcan enfermedad. Estas medidas son consideradas de prevención primaria, es decir se usa en la población sana de manera universal y permite evitar la enfermedad. Ante la pregunta sobre los riesgos o sus efectos secundarios nos responde que cualquier acción médica tiene su riesgo. “En el caso de las vacunas los riesgos son de muy baja prevalencia y habitualmente muy leves. Siempre hay que evaluar riesgos beneficios y no hay duda que en las inmunizaciones en la ecuación existe un claro predominio de los beneficios. Cuando se presentan efectos secundarios son leves y transitorios como fiebre e irritabilidad, fácilmente manejables”, completa.
También sostiene que cumplir con el calendario de vacunación de los niños es muy importante no solamente para evitar contraer una enfermedad que se puede prevenir sino también para proteger a la comunidad porque de esta manera se logra una población con anticuerpos que evita una probable epidemia.
Debe existir al menos un 95% de la población vacunada para interrumpir la circulación de virus y bacterias. Este mínimo determina un cerco a la enfermedad y puede así proteger a ese 5% que por distintos motivos no se vacuna. Así lo indica Sandra Belfiore, coordinadora del programa de inmunizaciones del Ministerio de Salud de la Provincia de Córdoba. Nos cuenta que existe una buena cobertura de vacunación pero en los últimos años se nota un leve descenso. Afirma que los vacunadores se encuentran seguido con personas que se niegan a vacunarse o vacunar a sus hijos, sobre todo en las sierras en donde se asientan muchos grupos naturistas. Atribuye esta postura al hecho que se ha perdido la concepción del temor a distintas enfermedades que hace años no aparecen como la polio o sarampión. De esta manera, remarca que se trata de una cuestión solidaria porque mientras más personas dejen de vacunarse más aumenta el riesgo de que puedan surgir enfermedades que quizá no estén en nuestro país pero si en otras partes del mundo.
Las razones del no
María Eugenia Muñoz decidió no vacunar a sus hijos. Cuando tenía 4 años tuvo una reacción alérgica a una vacuna y estuvo muy mal. Por prescripción médica no recibió ninguna más. Cuando tuvo a su primer hijo, la historia se repitió con la primera vacuna y la gravedad del caso le dejó secuelas en su hígado. Ella no quería pero lo vacunaron igual, sin pedir autorización. “No desconfío de las vacunas, sino del sistema de salud y de los laboratorios. En el 2005 conocí a una canadiense que me contó que allá era opcional y que incluso había un movimiento en contra de las vacunas por las secuelas que estas dejaban en los niños, como por ejemplo la BCG, que ya en Estados Unidos no la usan mas porque dicen que produce autismo en los niños”.
“Creo que hay mucho que reflexionar sobre todo por los laboratorios que van probando diferentes vacunas, como la del HPV por ejemplo”.
Añade que sus hijos no fueron vacunados nunca más, por prescripción médica y porque como mamá no quiere arriesgarse. Hasta ahora no tuvo problemas en la escuela y sabe que cada vez son más las personas que optan por no vacunarse. “No creo que perjudique a nadie, estoy totalmente convencida de lo que hago, se las consecuencias que puede haber y no quiero volver a pasar por lo mismo”, expresa. “Los métodos alternativos consisten en tener una vida saludable, practicar deportes, comer comida sana, y confiar en medicinas alternativas, como la homeopatía”.
Desde que la vacunación empezó a practicarse a finales del siglo XVIII han existido opositores por diversas cuestiones: religiosas, morales, éticas, de efectividad o seguridad. Quizá hoy la mayor difusión permite que se conozcan más de cerca ciertos casos. De cualquier manera, se trata de un tema que requiere de un trato individual, de gran responsabilidad y el seguimiento de un médico.
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