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Desde 1961, todos los 15 de junio se conmemora en nuestro país el día del Bioquímico, en recordación del nacimiento del doctor Juan Antonio Sánchez, propulsor de la instauración de una profesión bioquímica con fuertes bases científicas y profesionales. El entonces consejero por la Escuela de Farmacia de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, presentó en 1919 un proyecto para la creación de la carrera de Doctorado en Bioquímica y Farmacia, como un perfeccionamiento de la carrera de Farmacia y que estableciera la estrecha correlación entre los estudios médicos, fisiológicos y químicos biológicos.
Según la Asociación Bioquímica Argentina, lo que hoy conocemos como bioquímica prácticamente no era ni siquiera nombrada en los inicios del siglo veinte, pues se considera que esta ciencia nació con el descubrimiento de la amilasa en 1893. De ahí la importancia de la visión del profesor Sánchez. En la actualidad suele sostenerse en el campo médico que al menos un 70% de los diagnósticos están basados en algún estudio de laboratorio, por lo que resulta ya impensable imaginar un equipo de atención de la salud sin la presencia de un bioquímico.
Testimonio de Cristian Galvan
Mi historia profesional quizá está lejos de un perfil de graduado destacado, y más aún de haber tenido en claro mi vocación. Mi historia es simpática. Siempre digo que soy un afortunado porque en mi vida he cumplido casi todos mis objetivos gracias a la suerte, y por supuesto también a la dedicación que me transmitieron mis padres. De niño a esta parte me queda muy poco por tildar, y eso que falta ya vendrá. Mi padre siempre me decía que hay que tener objetivos y esforzarse, pero no forzarlos, hay que trabajar conscientemente para lograrlos. Con la gran virtud que es la paciencia.
Con respecto a la vocación creo que hay personas que desde niños ya saben qué quieren ser o hacer. No es mi caso pero he podido lograr todo lo que me he ido proponiendo.
Cuando comencé a indagar qué estudiar, descubrí que quería ser piloto comercial. Cuando vine a Córdoba a averiguar, porque soy de Marcos Juárez, me aconsejaron hacer la carrera militar. Como no la quise hacer, hablando con mis padres, ninguno profesional, mi mamá, muy humildemente hizo referencia a la farmacia de mi localidad entonces me inscribí en Farmacia en la UCC. En el segundo año me rematriculé en Bioquímica porque en realidad creo que soñaba con ser médico y como ya estaba en Farmacia no quería cambiar demasiado. Hice toda la carrera pensando que al recibirme podía hacer la carrera de Medicina pero cuando cursé la materia virología me gustó esta rama. Entré al Laboratorio Lace, tuve la oportunidad de ir a trabajar al exterior y terminé doctorándome en Neurobiología. ¿Qué fue lo único constante en todo este tiempo? Inquietud de aprender, crecer y poder brindar algo a la sociedad.
Cristian Galvan en su oficina del Laboratorio Lace.
Cuando me recibí quería entrar a este laboratorio, del cual soy el actual Director Técnico desde 2014. En ese momento quería tener la oportunidad de poder aplicar lo que me transmitían teóricamente en la Facultad y trabajar al lado de las personas que lo integraban. Ese era un objetivo, sabía que lo iba a cumplir pero no sabía cuándo y tuve la suerte de que al año de recibirme pude ingresar. Una vez adentro, mi deseo fue poder vivir la experiencia de ir al extranjero para profundizar mi formación académica. No se daba y no parecía que se fuera a dar hasta que el laboratorio me becó para poder viajar y tuve la suerte de poder trabajar con uno de los diez mejores neurobiólogos del mundo, el Doctor Carlos Dotti. Fui a Torino, Italia a trabajar en un centro de investigación, específicamente en Neurobiología. Fue apasionante. De hecho mi tesis doctoral la hice en base a lo allí investigado.
Yo fui a Italia solo por un año pero me quedé cinco. El objetivo de mi pasantía era encontrar un marcador temprano para la enfermedad de Alzheimer pero por problemas de burocracia (la Aduana no dejaba entrar las muestras que necesitábamos) tuve que cambiar de tema. Me ofrecieron extender la beca y el cambio de enfoque fue importante: de buscar un marcador temprano a una enfermedad que compromete a la población adulta pasamos a investigar una enfermedad que se llama Niemann Pick que afecta a niños, a partir de la cual a la edad de tres o cuatro años se da un compromiso neuronal tan severo que lleva a la muerte. Se trataba de entender qué era lo que afectaba el desarrollo neuronal. Fue un trabajo muy gratificante.
Durante esa estadía tuve la oportunidad de conocer gente muy valiosa y vivir experiencias increíbles como trabajar de de mozo en una pizzería, ayudar a repartir el pan al dueño del departamento que alquilaba (por más que no lo necesitara económicamente) hasta conocer a uno de los padres de la enfermedad de la vaca loca en una jornada a la que me invitaron a dar una charla. ¿Qué más puedo pedir?
Cuando terminé mi doctorado tuve la oportunidad de defender mi tesis en Italia lo cual hubiera significado obtener un título de posgrado en una universidad extranjera. Fue una cuestión de ética no hacerlo. En realidad como no existía un programa de posgrado, consistía solo en dar un seminario de 15 minutos frente a un tribunal porque no es una carrera orquestada como la que tenemos en nuestro país, en donde hay que entregar informes y seguimiento por parte de un tribunal. Confieso que también influyó un componente afectivo. Fui el primer inscripto en la carrera de doctorado acreditado por Coneau de la Facultad de Ciencias Químicas de mi casa, la UCC, y el primer egresado . Egresé en 2014. Y por esas vueltas de la vida, la presentación de mi tesis se hizo en el mismo auditorio en el que tuve la primera clase del curso de ingreso.
Recuerdo que fue muy emotivo ver a mi hijo, de entonces 5 años, en primera fila. Justamente una foto de él junto a un amiguito vestidos ambos de súper héroes fue la imagen de cierre de mi exposición. El mensaje que quería dar era que hay que motivar los sueños, que en definitiva es la inquietud que siempre planteo: no hay fronteras cuando hay inquietud, incluso desde cualquier ciencia uno puede volar, no existe un techo.
Yo siento que mi experiencia profesional no tiene una coherencia lógica ni una conducta muy lineal pero sin duda siento que ha sido una vida enriquecedora y que he llegado a buen puerto. Hoy, hay dos cosas que intento transmitirles a mis alumnos (soy profesor en la cátedra de Biotecnología de la Facultad de Ciencias Químicas de la UCC desde 2007): que la carrera de Bioquímico es una apasionante combinación de las ciencias médicas con las ciencias biológicas y que todos estamos en la media, hay un solo condimento que hace que uno pueda disfrutar y tener éxito: la inquietud, porque todo se capitaliza.
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