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Que los riesgos a los que se enfrentan los jóvenes son muchos y preocupan, no es ninguna novedad. Pero hoy son varios los que sorprenden y desconciertan. La noticia de juegos como el de La ballena azul y El abecedario del diablo, con sus escalofriantes consecuencias, que incluso llevan al suicidio, sumó otra inquietud para revisar qué pasa con nuestros jóvenes.
La adolescencia es una etapa en la que los jóvenes buscan permanentemente el desafío y se ponen a prueba. Por eso este juego está, básicamente, orientado a chicos entre 10 y 15 años, porque es la edad de mayor vulnerabilidad en los adolescentes. Así lo define la doctora en psicología, Griselda Cardozo, docente de Psicopatología infanto juvenil y adolescencia de nuestra Facultad de Filosofía y Humanidades, con quien charlamos sobre este tema.
¿Hay más riesgos hoy para los adolescentes que antes?
La provocación a la situación de riesgo y la transgresión es una característica del adolescente desde siempre. Pero hoy es cada vez mayor y atenta contra sus vidas. Hay un sociólogo que dice que frente a las dificultades que tienen los jóvenes de encontrar límites, ponen en riesgo sus vidas para sentirse vivos, o sea que para sentirse que vale la pena vivir se enfrentan a la muerte.
El adolescente explora permanentemente, como en un juego, qué es ser adulto, pero esto va más allá de un juego. Porque cuando un chico consume sustancias es para probar, explorar, no busca la muerte, busca jugar a ser adulto, son transgresiones saludables con el fin de diferenciarse y para buscar sus propios límites. El tema es que en este caso directamente no hay límites. Y tiene que ver con un contexto macro, en donde lo que falla es el soporte de figuras primordiales, es decir los padres, la escuela. Estamos fallando los adultos en la contención que necesitan los chicos. Me parece que hay que hacer una lectura global y entender que es cierto que los riesgos siempre estuvieron pero la dimensión que se ve ahora preocupa más.
¿Cualquier adolescente es propenso a participar de este tipo de juegos?
No cualquiera participa en este tipo de juegos, debe tener ciertas características como encontrarse en un estado de vulnerabilidad, no tener con quién compartir o preguntarle a qué lo están desafiando. No todos los adolescentes están en condiciones de poder darse cuenta de la gravedad de sus consecuencias físicas o psíquicas. Por eso es importante la contención de la familia, no un control en las redes pero si al menos conocimiento de lo que visitan y las amistades que tienen en estos sitios.
¿Qué papel juegan los medios y la tecnología?
Los profesionales venimos sugiriendo que cuando se habla de estos temas hay que trabajarlo desde la contención y la ayuda porque es lo que ellos necesitan en esta situación de vulnerabilidad. Los medios deben ser cuidadosos a la hora de tratar estos temas para evitar exponerlos a mayores riesgos con tanta información.
Por otro lado, también es un tema de discusión si un adolescente de 14 años puede tener participación en redes o no, porque son menores de edad. De cualquier manera, por más que digamos que no, todos sabemos que de hecho lo hacen. Es un compromiso de los padres conocer los grupos cerrados en los cuales participan sus hijos.
¿Qué se aconseja hacer para evitar caer en estas prácticas?
Lo primordial en estos casos es buscar ayuda profesional. Y lo mejor es hacerlo con tiempo. Muchos padres no ven el riesgo que implican algunas actitudes, incluso en relación a la ingesta de alcohol o sustancias. A veces no lo ven como situación de riesgo hasta que sucede algo grave. Uno tiene que estar atento, no digo controlar pero sí estar atento, hablar con ellos, saber en qué grupos se mueven, comunicarse.
El ámbito educativo
Por su parte, el ámbito educativo es otro espacio fundamental para armar una red de contención. Beatriz Gregoret, psicóloga y docente de nuestra Facultad de Educación, afirma que hoy encontramos a muchos chicos liberados a los empujes del mercado y lanzados solos en las redes, en un tiempo de su vida en la que sienten que tienen que fabricarse una identidad. "Sumergidos en este anonimato de las redes, no se interrogan por su dimensión de sujeto. Los educadores debemos propiciar la oportunidad de introducir esta vía, de que al menos se puedan preguntar y ubicar cómo los afecta, qué les despierta angustia, hacer la apuesta de restaurar la dignidad de su posición de sujeto y hacerle la contra a este empuje", propone.
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