Pobreza y desigualdad
La pobreza es cada vez más heterogénea y más compleja. Sus nuevas dimensiones se relacionan a la posibilidad de participar en la vida (económica, política, cultural y también en relación al empleo) de la ciudad o comunidad de referencia y por eso, tienen que ver con la exclusión.
Cada vez la pobreza se asocia menos a lo material y más a lo simbólico: calidad y uso del tiempo libre, bienestar psicofísico, calidad de las relaciones entre las personas. Es lo que afirma Martín Maldonado, investigador asistente del Conicet y del Instituto de investigación y formación en la Administración Pública (IIFAP - UNC).
–¿Para qué sirven las estadísticas?
–Son fundamentales para la toma de decisiones, para hacer diagnósticos y diagramar políticas públicas, pero las estadísticas en esta materia, están quedando obsoletas para medir el tipo de pobreza que hay actualmente.
Las dos principales formas que tenemos de medir en Argentina son las líneas de pobreza e indigencia que cada vez describen menos el fenómeno. Por ejemplo, si yo hago un estudio de estatura y pongo como media 1,40 metros, entonces me va a dar que somos todos altos, cuando la realidad es que la media es otra.
–¿Por qué a pesar de la inversión en políticas públicas no se ha avanzado en la solución definitiva?
–Yo creo que se ha mitigado bastante. El 30 % de pobreza del año 2000 no es el mismo que el de ahora. Son cualitativamente diferentes porque mejoraron en algunas cosas y empeoraron en otras. Por ejemplo, ahora la gente tiene más trabajo que antes, pero un trabajo de menor calidad. Por eso la estadística es importante pero más importante es su interpretación. Por ejemplo, en materia de inclusión de género, se puede decir que las mujeres hoy van más a la universidad y tienen más desempeño laboral que hace 20 años, pero eso no implica que estén mejor.
Yo puedo decir cuatro o cinco acciones que redujeron la pobreza, como la Asignación Universal por Hijo (AUH); jubilaciones para quienes no podían acceder a este beneficio; la inclusión de algunos colectivos; el esquema de vacunaciones y la inclusión digital con las netebook. Pero también te puedo decir que se perdieron oportunidades clave. En educación en general hubo buenos números, pero mala calidad.
La deuda pendiente es no haber hecho una macropolítica inclusiva. Por ejemplo, la estructura impositiva argentina es muy regresiva y el IVA sigue siendo la principal fuente de recaudación. Mientras tanto, si vos hacés una transferencia de dinero al extranjero, no te cobran y los jueces no tributan ganancias. Otra cosa fue la coparticipación a las provincias, un tema que debió ser abordado con una nueva ley nacional y no con criterios políticos.
–¿Quiénes son los nuevos pobres o los pobres invisibles?
–La línea de pobreza e indigencia o de necesidades básicas insatisfechas ponen un umbral que está artificialmente tirado abajo. Eso quiere decir que hay mucho más que un 32 % de pobres. Por ejemplo, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) una familia de cuatro o cinco personas tiene que comer con cinco mil pesos mensuales y vivir con 12 mil. Yo creo que hay cerca de 14 o 16 millones de personas en la Argentina que están por encima de la línea de pobreza, tienen su propia casa y tienen trabajo pero no llegan a fin de mes y no llegan a cubrir sus expectativas.
Por eso, en nuestras investigaciones utilizamos una definición muy subjetiva de pobreza que es la es la diferencia entre tus expectativas y lo que realmente conseguiste.
Una familia que gana 15 mil pesos no llega a cubrir sus expectativas y esto sin embargo no se cuenta como pobreza.
Los medios, el Estado y el mercado nos plantean un umbral de derechos que nunca llegan. Yo tengo derecho a la salud pero quiero sacar un turno en el hospital público y me lo dan para dentro de cuatro meses y cuando voy están de asamblea. Hablar de pobreza cero también es generar expectativas.
La cultura y los medios ponen una expectativa inhumana sobre las mujeres por ejemplo. Tienen que ser profesionales, independientes, lindas, buenas madres y buenas esposas.
Todo eso es una máquina de generar frustración.
–¿Qué relación tiene esta frustración con la violencia?
–La pobreza del año 80 era estar abajo en la pirámide social, pero con expectativas de subir, la pobreza de hoy es estar afuera sabiendo que no vas a entrar. Tantas generaciones de gente frustrada hicieron que a los chicos de hoy les cueste ver la importancia de encontrar un trabajo y mejorar. Están afuera sabiendo que no van a entrar. Antes los pobres tenían hambre, frío y miedo. Hoy tienen bronca, resentimiento y frustración. Hoy los pobres trabajan y mucho y a pesar de eso, no les alcanza.