Bicentenario de la Independencia
Por Beatriz Moreyra. Profesora Catedrática de la UCC y profesora plenaria de la UNC. Investigadora principal del Conicet. Presidente del Centro de Estudios Históricos Profesor Carlos S. A Segreti- Unidad Asociada al Conicet.
El Bicentenario de la Independencia de nuestro país y los 443 años de la fundación de Córdoba constituyen dos ocasiones muy propicias para celebrar como argentinos y cordobeses. Se trata de hechos fundacionales en la historia de nuestro país. Pero además, representa una oportunidad para reflexionar sobre la centralidad que jugó nuestra provincia en el proceso emancipador al posibilitar que se realizara el Congreso de Tucumán.
La Declaración de la Independencia fue parte de un proceso traumático de constitución de un nuevo orden político en lo que había sido el Virreinato del Río de la Plata. La transición de un régimen colonial vigente durante tres siglos, sostenido en la legitimidad de un rey a uno nuevo y distinto fue dura y difícil. En efecto, la revolución discurría en medio de amenazas internas y externas. Se temía una expedición española para reconquistar las ex colonias, que finalmente no fue al Río de la Plata sino a Venezuela y se profundizaba el conflicto con Artigas y su ruptura con el rechazo de sus diputados a la Asamblea del Año XIII. En ese contexto de inestabilidad, es importante señalar que el estado federal argentino no deriva del federalismo artiguista o rioplatense.
El proceso revolucionario iniciado en mayo de 1810, si quería triunfar y afirmarse, no podía apañar fuerzas disgregadoras de un Estado que se quería consolidar. Ello, como afirma Carlos Segreti, no importaba respaldar ningún extravío centralista; de lo que se trataba era de señalar los difíciles y complicados procesos en la construcción de un Estado que tuvo que hacerse- insisto- en medio de importantes desencuentros y amenazas externas.
El congreso convocado por José Gervasio Artigas en Arroyo de la China en junio de 1815 llamado “Congreso de Oriente” fue un momento definitorio en el pensamiento artiguista. Sin dudas, se apoyaba en la teoría de la retroversión de los derechos al pueblo, pero para quienes conducían la política nacional la aplicación directa de esa teoría, solo podía hacerse realidad mediante los moldes conservadores de la unidad heredada. También, se pronunciaba por la confederación defensiva y ofensiva de la Banda Oriental con el resto de las Provincias Unidas, renunciando cualquiera de ellas a la subdelegación a que se había dado fomento por la conducta del gobierno de Buenos Aires.
Así, el federalismo oriental o rioplatense era el que operaba como medio de defensa ante la fuerza hegemónica de Buenos Aires. Artigas nunca pudo superar la confederación, en el sentido, de liga, alianza, o pacto.
En Córdoba, a partir de 1814, la influencia de Artigas en los asuntos políticos provinciales comenzó a acentuarse notablemente, debido a una eventual convergencia de intereses impulsada por una percepción común de la política del gobierno central como opresora. Esto llevaría a cordobeses y orientales a entenderse y buscar apoyo mutuo.
Desde el 3 de marzo de 1814 ocupaba el gobierno de Córdoba el coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, designado por el director Gervasio Posadas. Pasados unos meses, un conflicto entre el gobernador y el Cabildo -que representaba la oposición local al centralismo de Buenos Aires- se agravó por la presencia de Artigas en Santa Fe. El triunfo de las fuerzas artiguitas sobre las de Buenos Aires en Guayabos, en enero de 1815, daba al caudillo oriental el respaldo suficiente para tratar de ampliar su zona de influencia. Para los cordobeses se trataba de una oportunidad para desligar a Córdoba del directorio por lo que decidieron pedir ayuda a Artigas
Luego de haber triunfado en Santa Fe, el caudillo envió dos oficios, uno al gobernador y otro al Cabildo de Córdoba para ponerlos al tanto de esta victoria. Ambos la recibieron el 28 de marzo y ese mismo día decidieron convocar a un Cabildo Abierto para el día siguiente, ocasión en la que Ortiz de Ocampo presentó su renuncia y en su reemplazo fue elegido José Javier Díaz.
Díaz asumía el mando de toda la gobernación-intendencia y así lo notificó a Artigas, pero también lo hizo con el director Alvear porque Córdoba aún no podía prescindir de Buenos Aires y volcarse de lleno a la protección de Artigas y, por otro lado, Díaz se sabía observado por San Martín desde Mendoza. No obstante, al gobernador de Córdoba le llegó el momento de definir su situación.
Dos acontecimientos aceleraron su decisión: el pronunciamiento de Fontezuelas, en 1815, que daba un golpe al centralismo porteño y la presión de Artigas. Conocida ésta en Córdoba, los representantes del pueblo declararon entonces la independencia bajo los auspicios y protección del General de los Orientales que se constituyó en garante de su libertad. Pero el federalismo de Díaz se distinguía del artiguista en que el primero no era un separatista ni bregaba por un sistema confederal.
La independencia de la "provincia" importaba sólo una separación provisoria del gobierno de Buenos Aires hasta que un congreso general estableciera la forma de gobierno. La posición de Córdoba y de su gobernador ante el caudillo oriental, trasluce que el objetivo de Díaz era lograr una conciliación entre Buenos Aires y la Banda Oriental, pretendiendo con ello sentar las bases de una organización nacional. Más aún, Díaz, ante la disyuntiva de optar por la Banda Oriental o por Buenos Aires, prestaría su apoyo a esta última, que era donde veía más posibilidades de concretar su plan americano.
El 1º de agosto el director, Álvarez Thomas, daba por concluidas las tratativas con la diputación de los Pueblos Libres por considerar inaceptables las bases que proponían. Como era de esperar, Artigas ya no confiaba en Buenos Aires y tampoco en los supuestos beneficios de un Congreso. La diferencia de criterios entre Díaz y Artigas fue evidente a la hora de decidir: Córdoba no sólo envió sus diputados al Congreso de 1816 en Tucumán, sino que fue una de sus principales promotoras. La provincia mediterránea no podía prescindir de Buenos Aires, el litoral y el interior y por esa razón apoyó la convocatoria del Congreso de Tucumán. Más aún, sin la política de Díaz, el congreso no hubiera podido reunirse y se hubiera retrasado la declaración de la independencia. Díaz creía que el futuro congreso debía primero declarar la independencia y después dirimir las diferencias que presentaban las provincias y subdelegaciones y por eso interpone sus oficios para que Artigas llegue a un acuerdo con el gobierno nacional.
El ofrecimiento de la mediación de Díaz y su apoyo a la convocatoria del congreso de Tucumán pone de manifiesto la centralidad y la vocación política de nuestra provincia para servir de aglutinamiento y no de elemento disolvente en el concierto nacional y priorizar antes que nada la declaración de la independencia.
Por Beatriz Moreyra, Profesora Catedrática de nuestra Universidad y profesora plenaria de la UNC. Investigadora principal del Conicet. Presidente del Centro de Estudios Históricos Profesor Carlos S. A Segreti- Unidad Asociada al Conicet.